La desesperación de la familia y la impotencia reinaba el patético cuadro de ese pasillo. Hasta que surgió lo más rastrero. Alguien me reconoció y dijo: “Che, este es Ortiz, el director del Diario El Atlántico; hay que atenderlo…”. Como si, por ello, tuvieran la obligación de atenderme con privilegios.
Por Oscar Ortiz (*)
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