Oscila permanentemente entre la melancolía y la aspereza, entre la convicción del autoelogio y la duda sobre su destino. Repitiendo esas conocidas líneas discursivas, Cristina Kirchner se hizo cargo ayer del liderazgo del partido gobernante con muchas menos ganas que las que pone para una reunión de la Unasur.
Por Joaquín Morales Solá
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