Los derechos humanos no sólo son una poderosa arma política para oportunistas en campaña o demagogos sin escrúpulos, sino, también, una jugosa alternativa para aquellos que no encuentran nada de malo en lucrar con la muerte y el dolor que la guerra interna de los años 70 dejó como secuela aún presente en nuestra sociedad.
Por Agustín Laje Arrigoni
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