Por momentos, parecía el Pastor Kirchner. Su discurso estaba recargado de ondas de amor y paz, como las de aquel Pastor Giménez que convocaba multitudes evangelistas como telepredicador y que terminó condenado por las lesiones que le produjo a su esposa, la hermana Irma, y acusado de estafa por un feligrés.
Por Alfredo Leuco
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