Lo que queda claro es que nuestros representantes en el extranjero, salvo honrosas excepciones, son sujetos cuyas actitudes y modales dejan mucho que desear y, como en este caso, no merecen ni ser tenidos como imagen del país ni ser pagados con los dineros de los contribuyentes.
Por Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz
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