sábado, 21 de junio de 2008

Día de la Bandera



Los argentinos “deben aprender a quererse”. (...)
Acostumbrarnos a vivir en el conflicto es hipotecar el futuro económico y cultural de nuestra Patria.


Por Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


Hemos celebrado esta semana el Día de la Bandera, que es el símbolo que nos define e identifica como pueblo soberano. Frente a ella nos reconocemos con orgullo como hijos de esta Patria que amamos y debemos servir. En torno a ella hablamos de unidad y de pertenencia a una misma comunidad. Desde ella contemplamos nuestra historia que la sentimos propia y, al mismo tiempo, actualizamos el deseo de ser protagonistas de su futuro. Todo esto, que se nos ha enseñado en nuestros hogares y en la escuela, parecería que lo hemos olvidado.

No puedo dejar de manifestar dolor e impotencia frente a esta realidad de conflicto con el campo que lleva más de 100 días. ¿Qué nos pasa?, es la pregunta que muchos nos hacen y parecería que no tenemos respuesta. Alguien dijo, no hace mucho, ustedes, los argentinos “deben aprender a quererse”. Parecería que lo diverso, la opinión distinta, no es una riqueza sino un límite que nos impide ser parte de la misma comunidad. Este juicio adquiere mayor gravedad cuando se refiere a la dirigencia, por su obligación de ejemplaridad.

No se puede decir que no se ha hablado, que no haya posibilidades de encuentro y de diálogo para superar este momento. Junto a estos reclamos existen dirigentes y autoridades, instituciones republicanas y un estado de derecho, ello debería ser suficiente para encontrar una respuesta. Acostumbrarnos a vivir en el conflicto es hipotecar el futuro económico y cultural de nuestra Patria. Por ello decíamos recientemente: “La persistencia misma del conflicto y la aparente dificultad para resolverlo constituye un signo de debilidad institucional”. Nuestro problema no viene de afuera, no somos víctimas de un tsunami, somos víctimas de nosotros mismos.

Sé que voy a ser muy duro con este juicio, por ello quiero despojarlo de todo espíritu de agresión. Recuerdo que en un encuentro internacional se hablaba de los países en vías de desarrollo y de subdesarrollo, y alguien con autoridad y conocimiento dijo: “el problema no es tanto el subdesarrollo sino la subdirigencia en esos países”. El juicio es duro, pero creo que todos, y en ello me incluyo, deberíamos reflexionar sobre esta exigencia moral y política que tiene todo dirigente. Un dirigente no puede comprometer la amistad social que es un componente de la paz.

Cuando el que ejerce la autoridad queda atrapado por la dinámica del enfrentamiento y del triunfo inmediato pierde horizontes; el futuro depende más del diálogo y del encuentro de las partes, que de una aparente victoria que siempre dura poco. Esto vale para todos. Por ello vuelvo a repetir que: “Ni la moderación en las demandas, ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad” (CEA 5/6/08). Comprender esto es un acto de madurez política y de cultura ciudadana.

Queridos amigos, esperando que este nuevo escenario legislativo que se abre para estudiar la cuestión del campo, sea un espacio de diálogo constructivo y de responsabilidad parlamentaria, que permita encontrar el camino de una solución justa. Reciban de su Obispo junto al afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.


Infórmese en www.diario7.com.ar
Suscripción a ed.dia7@gmail.com

No hay comentarios: